Por Picky Juliano (@pickyspicsok, para ValorarMagazine)
Todavía recuerdo cuando Águeda, la señora que trabajó en casa de mis padres toda la vida (¡una amiga!), volvió de Paraguay aquel verano conmovida porque había conocido a Cinthia, una niña de 14 años que acababa de quedar huérfana de padre y madre y se estaba haciendo cargo de sus tres hermanos menores, tan chiquitos como ella.
Águeda se sintió tocada por el espíritu con que Cinthia estaba encarando su realidad, sola y sin ayuda ni recursos.
Luego de encauzar trámites, autorizaciones, logísticas y demás, Cynthia, tutora de sus hermanitos, pudo venir a Argentina, trayéndolos consigo como única posesión. Aquí fue recibida por un corazón generoso, sufrido y agradecido para con esta tierra bendita, quien le dio todo lo que necesitaba mientras ella hacía su camino al andar (¡y al trabajar!).
Cinti hoy no solo ve encauzados a sus hermanos ya crecidos, sino que tiene su propia familia, con dos hijos. Aquí conoció a Alejandro, argentino él, amor que comprende su corazón por ser también huérfano y por haber salido adelante por el mismo espíritu. Escribo y lloro porque los conozco y son gran orgullo.
No puedo evitar compartir la historia de Cinthia en medio de este contexto al que fuimos empujados los argentinos desde el momento en que se puso en el banquillo equivocado al mérito. ¡¿El mérito entre los acusados?! ¡¿Puede entenderse sin sentido semejante?!
Solo si se parte de premisas equivocadas (¿con alguna intencionalidad oculta?) Pero, vamos a aprovechar el “equívoco” para ubicar las cosas en su lugar y devolverle al mérito la gloria que tiene… por definición.
El mérito no es determinado ni por la cuna, ni por las oportunidades. Sí, más bien, por nuestra actitud frente a la vida y, específicamente, lo que vamos a llamar “espíritu de lucha”.
Puede que alguien nazca en cuna de oro, rodeado de mil oportunidades y aproveche ninguna para obtener logros personales. Claramente, mérito cero aquí. Ahora bien, puede pasar, en cambio, que alguien nazca en “cuna de paja” y aproveche la única oportunidad que se le presente. Cinthias hay por doquier, a Dios gracias, en Argentina. Allí, mérito cien; por no decir mil, en algunos casos.
Entonces, queda claro que la cuestión del mérito de una persona no está definida por dónde nace, sino por la actitud con que se abre paso por la vida, su “espíritu de lucha” frente a las circunstancias que le tocan, su voluntad de sudar y de poner de sí lo que tiene que poner para salir adelante. De allí que el mérito tenga gloria en sí mismo.
Y esto cobra especial importancia en nuestra tierra. Porque Argentina es tierra de oportunidades. Muchas historias personales lo demuestran, no sólo la de Águeda y Cynthia. Ahora, la contracara indispensable es, repito, ese espíritu de lucha. Espíritu de lucha que nada tiene que ver con ideas políticas ni armas, claro, sino más bien con dignidad y amor propio. Espíritu de lucha que transforma esas oportunidades en crecimiento. Espíritu de lucha que se apaga si se regala el espejismo de que se consigue lo mismo sin batallar. Espíritu de lucha que se sofoca si se le quita al mérito su valor.
Por eso, por lo menos desde estas líneas, quiero reivindicarte, mérito querido. Único trofeo que brilla hacia adentro, enciende y da resplandor. Y, sí, queridos argentinos, más allá de lo que se diga… el mérito sí es, y será siempre, clave para la luna alcanzar.