La exposición constante a teléfonos inteligentes va minando de a poco los vínculos, incluso los más saludables y puede destruirlos. La pareja es la más vulnerable.
“No estoy perdiendo el tiempo. Me estoy informando”. Con esta frase dice Daniel Halpern, -académico de la Universidad Católica de Chile- la gente suele explicar por qué pasa tanto tiempo con sus teléfonos, leyendo noticias, pero también poniéndose al día con los chats de amigos y familiares en WhatsApp, con las peleas virtuales que hacen Twitter una red social tan enganchadora, con los videos que suben en Instagran, con los nuevos posteos en Facebook. Hasta ver las series favoritas en Netflix calza con la idea de este estar informado: un estudio reciente, encargado por la propia empresa de entretenimientos y citado por la revista “Forbes” revela que “tener tema” y “no quedarse afuera de las conversaciones” es una de las principales motivaciones de las personas que contrata este servicio.
Gracias a los teléfonos inteligentes, con sus timbres, alertas y zumbidos distrayéndonos, esta todo ahí, al alcance de la mano. Esto ha hecho que lo que se conoce como “ocio virtual”,(destinar el tiempo libre a Internet) esté entrando en nuestras vidas más allá del tiempo a solas, para entrar incluso cuando estamos compartiendo con nuestras parejas. Y no solo en los espacios habitualmente reservados para tener la libertad de hacer lo que a uno se le antoje -como leer el diario o libro, de noche en la cama, mientras el otro ve televisión-sino en los momentos en que se esperaría contar con la atención plena de la persona con la que se quiere compartir la vida. Por ejemplo cuando se está en un restaurante. O conversando sobre un problema familiar o conflicto con los compañeros de trabajo. Incluso ahí, el teléfono distrae, implacable.
En un estudio publicado en la revista “Computers in Human Behavior”, el referente científico internacional de más peso en estos temas, indaga en cómo y por qué el hábito de revisar el teléfono frente a otros se está naturalizando. Esto que se conoce como Phubbing-término que viene de phone(teléfono) y snubbing (hacer un desaire)- se multiplica en la sociedad por simple imitación: me lo hacen a mi, yo lo hago. Veo que los demás lo hacen, yo lo hago. Y así se vuelve al normal.
“Muchas veces, la necesidad de destinar tanto tiempo libre a conectarse surge a raíz de algún evento, algo que pasa. Un terremoto, por ejemplo. Ahí empieza esto de mirar constantemente la redes sociales, Pero después, cuando del evento pasa, el hábito está instalado con tanta fuerza que es difícil dejarlo”, señala Halpern. ¿Y por qué pasa esto? “Porque produce un sensación de poder, y también de tranquilidad.
La gente empieza a pensar que todo está pasando en línea y tiene miedo de perderse algo. Las redes sociales y la conexión a pantallas en términos generales, generan un sentido de inmediatez, un necesidad de estar al tanto de todo.
Cuando no se satisface, se siente un vacío, que se conoce como Fomo o fear of missing out ( temor a quedarse a fuera).Pero no es algo natural, porque se trata de una necesidad absolutamente creada. Las nuevas tecnologías te dan esta posibilidad, que antes no se tenía. Así, de a poco, las parejas empiezan a distanciarse. Las personas comienzan a estar emocionalmente disponibles para todos, menos para los que tienen en frente. La vida en línea es más estimulante.
Katy Mays, investigadora de medios emergentes en de la Universidad de Boston, comparte un estudio sobre los celos y el uso de Smartphones en el que se señala que las personas revisan sus teléfonos, en promedio, 110 veces al día.
El fenómeno es tan potente que según la sicóloga Sherry Turkle, formada en Harvard , académica del MIT y autora del libro “Alone Together”, los individuos que interactúan con terceros mientras están físicamente en presencia de otros se sienten más cercanos a aquellos con lo que se están comunicando en línea. Por eso los especialistas han comenzado a hablar de la “presencia ausente” como un fenómeno
Para los investigadores de nuevas tecnologías se preguntan si es el teléfono el ”malo de la película”, o solo un canal más para encauzar conflictos que explotarían de igual modo tarde o temprano. ¿De qué maneras específicas puede el uso excesivo del celular dañar a la pareja y con qué profundidad? ¿Es una mala relación lo que lleva a las parejas a hacerse Phupping o -al revés- es el hábito de chequear el teléfono a cada rato lo que va haciendo que la relación se dañe, aunque tenga buenos cimientos?.
El estudio de James Roberts y Meredith Davis es uno de los que más lucres arrojó sobre el tema. En otras cosas, asegura que las conversaciones que se dan frente al celular disponible para interrupciones muestran menores niveles de empatía, confianza y preocupación. También se vinculan con la percepción de que el vínculo tiene menos calidad y con inseguridades con respecto a la fuerza del lazo. Además, sugiere que en esto hay un tema de género, aunque no demasiado marcado: en su estudio las mujeres mostraron hacer más cantidad de phubbing y también de hacerlo con una mayor duración. Los expertos vinculan esto con estudios previos en los que ellas muestran una mayor propensión a conectarse con redes sociales que los hombres, los que tienden a usar más el teléfono como herramienta para buscar información.
La intimidad para los investigadores, se define como un alto grado de cercanía y comunicación que hace que ambas partes se sientan comprendidas, validadas y cuidadas. Su perdida es más sutil, pero también más corrosiva común y peligrosa que el aumento de conflictos y peleas, porque destruye la complicidad.
Además, los resultados permiten suponer, dice el documento, que es el constante texteo lo que lleva a menores niveles de calidad de una relación romántica y viceversa”. Esto porque a diferencia de otras actividades que puedan distanciar a la pareja-como ver televisión o concentrarse a internet. El chateo no solo aleja , sino que además conecta con otros.
Los resultados confirman que hasta las parejas que reportan una alta satisfacción puedan ir minando lo que los une por hábitos tan simples y normalizados como dejar el teléfono sobre la mesa al salir a comer.
Con todo, la estabilidad del vínculo pareciera ser un factor protector: según un estudio publicado en el 2014 por el famosos Pew Research Center de Washington , en el 25 por ciento de las parejas casadas en Estados Unidos uno de los dos siente que el otro se distrae con el teléfono en su presencia, mientras que en el caso de las parejas no casadas pero involucradas “ en una relación romántica” el número sube al 42 por ciento.
Por Sofia Beuchat
(Texto adaptado, Fuente: Revista Sábado, El Mercurio)