¿Nos llegaremos a acostumbrar a la muerte?… (Editorial)

Por Claudia Echeverría (Directora Valorar Magazine)

¿Nos llegaremos a acostumbrar a la muerte? Se nos había olvidado que existía, la habíamos escondido en hospitales, tras una ciencia que lo estaba pudiendo todo.  Hoy la muerte es frecuente, es terca, supera a la ciencia, se queda de brazos cruzados pese a todos sus esfuerzos. Hoy un virus miserable nos ha puesto los pies en la tierra. ¡Nos morimos! Sí, nos morimos; sí, somos mortales; sí, es más difícil que nunca esquivarla. Sí, nos morimos sin ser santos; sí, nos morimos en la soledad de una uci o en la intimidad de una casa, pero nos morimos igual. 

Este texto (extractado) lo escribió mi amiga Constanza  Delgion y me dejó pensando mucho acerca de la muerte, la vida y las despedidas…

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Febrero y marzo fueron duros. Me tocó perder a dos mujeres preciosas, muy  queridas, una de 58 años y otra de 15. Una argentina, la otra chilena,  que curiosamente tenían un don común, ambas eran mujeres POWER. Todo lo hacían con pasión y esperanza en Dios y pese a sus dolencias, no dejaron de gozar la vida, de darse a todos y de ayudar a los más necesitados hasta el final.

Verónica Vivot se fue el 19 de febrero, con 58 años, por una leucemia que se complicó con el Covid.  Era una esposa y madre increíble, de Alejandro y Milagros. Amiga incondicional, divertida  y generosa. Una católica en serio, de fe profunda,  una de las iniciadoras del apostolado Familia Misionera, voluntaria en Anspac y  Akamazoa Ong y una activa  provida.

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Pía Urmeneta partió el 13 de marzo. Era una típica quinceañera alegre, activa, power. Hija de unos queridos amigos,  a la que le dio un agresivo cáncer en sus últimos años de colegio. “Pía Power” fue el lema de una enorme campaña de oración que se generó y motivó a muchos jóvenes a rezar  y colaborar en su emprendimiento de vender plantas y ayudar económicamente a chicos con cáncer de escasos recursos. Estos mismos jóvenes la noche que falleció rodearon su casa de velitas y cantaron.

UNA GRAN DESPEDIDA

Otra coincidencia preciosa, es que ambas tuvieron de los funerales más lindos que me ha tocado vivir en mi vida. Lo increíble es las dos despedidas las viví a la distancia,  gracias a la tecnología, ya que cuando Verito falleció en Gral Villegas, yo estaba en Chile y cuando se fue Pía en Santiago, estaba en Argentina.

Vero tuvo una misa preciosa en la parroquia Santa Teresita de Pilar con emotivas palabras, sencilla, alegre, muy en su estilo campestre porque amaba el campo. Y gracias a la iniciativa de poner un trípode y un celular en la capilla  pudimos ver la misa, amigos de todo el mundo; Chile, México, España y del interior de Argentina.

La pequeña Pía también tuvo de esas misas en que la emoción te embarga de principio a fin.  En un lugar al aire libre,  lleno de tantas flores, que parecía el jardín del Eden. Lo vi por instagram y a pesar de tener una cordillera de por medio no dejé de sentirme participe. Algo impactante y sumamente emotivo fue la salida del cortejo fúnebre que llevaba a Pía hacia el cementerio, que fue acompañado por cientos de jóvenes, padres, y compañeros del Colegio Everest  que formaron filas de varios kilómetros a ambos costados del camino con globos rosas que se iban  soltando, a medida que el auto con Pía avanzaba, formando una imagen preciosa de cientos de globos subiendo al cielo.  Todo filmado por un dron y de fondo la canción “La niña de tus ojos”. Una imagen tan preciosa  que voy a recordar siempre.

HONRAR LA VIDA EN LA MUERTE

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Hay una frase que escuché alguna vez que decía: “Como vives, mueres” o “El que nace chicharra, muere cantando” y creo que es tal cual. El que da amor, muere rodeado de amor. Y es eso a lo que me quiero acostumbrar. No me quiero acostumbrar a la muerte, pero si a la buena vida, a amar más, a ser mejor.

Estas experiencias me dejan la enseñanza que no hay que temerle a la muerte, por el  contrario, hay que honrarla y tratar de hacer la mejor despedida que se pueda al que se va, tal como lo hacían tantas civilizaciones antiguas más sabias y evolucionadas que nosotros como los egipcios, sumerios o chinos.  Hoy en Argentina y en el mundo nos estamos acostumbrando a NO despedirnos, y a no exigir que nos permitan hacer un funeral  digno con TODA la familia con la excusa del Covid.  ¿Cómo llegamos a esto?

Hay tantas cosas que se pueden hacer  y que no estamos haciendo y no haremos si el país se vuelve a cerrar. Una de ellas es ocuparse,  exigir un protocolo más humano a las autoridades.  Si no podemos ir todos, que  se permita transmitirlo por algún aparato móvil,  quizás  será de forma precaria pero luego lograremos que sean las propias funerarias las que den ese servicio, como lo hacen en Chile y otros países.

Definitivamente no nos podemos acostumbrar a que la muerte sea una trámite más, porque es en la muerte donde vamos a honrar esa vida por última vez.

¡Hasta siempre Verito y Pía!

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