Georgina Lacorte (Fotografía y Texto)
Creo que esta imagen dice mucho más que todas las palabras que yo pueda escribir.
Esta foto la robé sin que ellos se dieran cuenta, mi marido y mi hijo caminaban delante mío y el verlos me llenó de amor.
Padre e hijo, caminando abrazados, naturalmente, disfrutando juntos, el uno al lado del otro…amor puro pensé. Ese amor que nace de golpe, instantáneo, desde el primer día. Un momento único para cualquier hombre, donde cae sobre ellos una sensación de responsabilidad hasta el momento nunca vivida, pero donde el amor desbordante que sienten los convierte automáticamente en gladiadores.
Amor puro, que guía y corrige, pero que también guiña un ojo con ternura y sonríe; que sabe decir “no” cuando es lo justo, y decir “si” cuando es lo conveniente; que después de una larga jornada de trabajo, saca fuerzas para tirarse al suelo y armar grandes ciudades con Legos, o quizás disfrazarse de arquero para convertir a su hijo en el goleador del año, o graduarse de experto cuentista para transformar una simple historia en una aventura fascinante; que es chofer de mañanas al colegio, para ganar minutos de dialogo y encuentro; que ofrece su mano firme incondicionalmente, dándole la seguridad de sentirse querido y seguro a su lado; que lo llena de orgullo con cada paso de su hijo; que le explota el corazón con sus alegrías y le duele el alma con sus tristezas, queriendo evitarle ese momento, pero consciente que es parte de la vida y de su crecimiento.
Ser papá, un largo camino de aprendizaje, donde juntos van creciendo, superando obstáculos y disfrutando la vida, amándose el uno al otro, entregándose, compartiendo, viviendo ese mundo único entre padre e hijo con chistes que solo ellos entienden, miradas cómplices, transmisión de pensamientos. Ese mundo donde sobran las palabras, porque cada acto, cada gesto es una muestra de ese amor eterno.
¡Feliz Día del Padre!